PRESENTACIÓN
“BALLENEROS, LOBEROS Y GUANEROS ES UN LIBRO QUE IMPACTA POR SU ORIGINALIDAD Y FRESCURA”
El reciente libro de Sofía Haller, becaria posdoctoral del Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas, fue presentado en la Feria del Libro de Buenos Aires.
“Estudiosos del tema han dicho, y con razón, que Argentina es un país que crece “de espaldas al mar. En comparación con otras temáticas, la verdad es que se ha indagado poco sobre la historia de la navegación y su impacto en la región, sus gobiernos y sus habitantes. Este libro, el resultado de mi tesis doctoral, me permitió abordar el pasado del mar patagónico desde preguntas nuevas, y aportar a la discusión de la extracción de recursos, la territorialidad y la soberanía desde enfoques renovadores”, destaca Sofía Clara Haller, historiadora del Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas “Dra. María Florencia del Castillo Bernal” (IPCSH-CONICET) del CCT CONICET-CENPAT de Puerto Madryn sobre su libro “Balleneros, loberos y guaneros en Patagonia y Malvinas. Una historia ambiental del mar: 1800-1914”, presentado el pasado 11 de mayo en la 47° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
Sofía Haller es doctora en Historia, especializada en historia marítima e historia ambiental, y becaria posdoctoral del CONICET en el IPCSH. Además, es profesora en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, en la carrera de Turismo. “Para escribir este libro me dediqué a buscar en repositorios documentales regionales y remotos: estuve en Malvinas y en Patagones, pero también en Connecticut, Estados Unidos, recabé en legislaciones producidas en Buenos Aires, pero también miré documentos judiciales producidos en Le Havre, Francia o correspondencia oficial británica recopilada en voluminosas ediciones de Londres. Lo que hizo posible conectar a la Patagonia y al archipiélago de Malvinas con distintos lugares del mundo, y dimensionar el potencial marítimo que la región alguna vez tuvo”, añade la joven científica.
El libro, publicado por Editorial SB, forma parte de la colección Tanteando el Elefante que es dirigida por Julio Vezub, director del IPCSH del CENPAT, y fue financiado gracias a que la autora fue seleccionada dentro de los diez proyectos ganadores de La convocatoria Activar Patrimonio: Fondo Editorial sobre Patrimonio y Museos del Ministerio de Cultura de Nación.
A su vez, en la presentación estuvo acompañada por un prestigioso panel integrado por la historiadora Hilda Sabato, su colega y especialista en Malvinas, Federico Lorenz y el geógrafo Carlos Reboratti, los tres investigadores de CONICET, quienes oficiaron de comentaristas del libro.
HILDA SABATO
Balleneros, loberos y guaneros es un libro que me impactó de manera muy directa por su originalidad y por su frescura.
En el libro, la autora asume que se realizó una pregunta ambiental por los procesos históricos que conectaban la costa patagónica con el resto del mundo y los impactos ecológicos de esas conexiones marítimas en el proceso de dispersión de las especies. Suena bastante complicado. Pero ni bien inicia esa ruta, nos dice, le surgieron nuevas preguntas que fueron cambiando los ejes de ese planteo original. Entonces, la investigación resultante, muy rápido desbordó los límites que ella misma se había fijado y la impulsó hacia nuevos territorios con la curiosidad y la avidez que siempre resultan de estos procesos de conocimiento.
Tener la cabeza abierta a la interrogación y con total frescura, ser capaz de lanzarse a probar suerte con lo nuevo, son cualidades no muy habituales, pero a la vez decisivas en el trabajo de investigación. Es el presupuesto de cualquier buen libro o de cualquier buen proyecto: la curiosidad. En este caso, esto derivó en una agenda más amplia de problemas que tenía que contemplar, y cito, “una historia sobre el territorio y los países costeros de la Patagonia y Malvinas con sus transformaciones, y de nuevo una idea muy importante, en clave regional y global con foco en aspectos ambientales, sociales, políticos y económicos”.
Y aquí entonces introduzco la cuestión de la originalidad. Todo esto suena muy general, pero se materializa en una historia que es muy entretenida, muy bien documentada y sobre todo novedosa, tanto en cuanto a su enfoque temático y disciplinar, como en lo que se refiere a los recortes y las escalas temporales y espaciales que la presiden.
El foco del relato en el libro está puesto, y esto es raro en un relato histórico, en el mar. El mar opera como centro de una región que incluye costas e islas, pero que básicamente gira en torno al Océano Atlántico. Las fronteras políticas y las naturales, en este caso, no son relevantes en este espacio que es fluido, interconectado, donde tiene más sentido pensar flujos, movimientos, intercambios, que límites estatales o barreras de tipo natural. Esta mirada permite detectar y analizar procesos que no podrían percibirse bajo enfoques más tradicionales, a los que estamos más acostumbrados, porque poner el mar en el centro nos modifica el mapa, nos cambia las coordenadas.
Esta perspectiva también rompe con los límites de las disciplinas. Estamos sin duda ante un libro de historia, pero en su mejor versión. Con un enfoque interdisciplinario, que integra conceptos, categorías, instrumentos de análisis de otras disciplinas: geografía, biología, ecología, indispensables para intentar, como se consigna en el subtítulo del libro “una historia socioambiental del mar”. A la vez, articula campos de la propia historiografía: historia social, económica, política, cultural, sin hacer alarde de estos recursos teóricos y metodológicos, sino haciendo un uso pertinente y ajustado de todos ellos.
Esa misma utilización práctica, que no se va en teorías, en disquisiciones, sino que apunta al objeto, se evidencia en los recortes y las escalas. En términos del espacio, este no se define a priori, sino a partir de la observación. No es que se define un espacio y a ver ahí lo que pasa. Sino que, a partir de analizar un espacio, de analizar la dinámica, y esto es también original, la dinámica naviera, da cuenta de las conexiones comerciales, sociales y logísticas que están vinculadas a la explotación de recursos naturales. Los navíos son actores centrales en esta definición, y es a partir de los recorridos y contacto de los barcos, justamente, que va dibujando una región enmarcada por la línea de la costa patagónica, desde Carmen de Patagones hasta el Estrecho de Magallanes, el Beagle y la totalidad del archipiélago de Malvinas. Esto es como una especie de triángulo, marítimo-costero, donde se concentra la investigación, pero que, a su vez se extiende más allá. Hay límites donde el libro pone el foco, pero al mismo tiempo se extiende hacia todos los puntos cardinales, porque estamos hablando de una zona donde los barcos van y vienen, cruzan el Atlántico, van al Pacífico, o navegan hacia el Atlántico Norte. Entonces, es un espacio y sus conexiones hacia el exterior, hacia el resto del mundo.
También el recorte en el tiempo está definido en función de la intensidad de los viajes, de las tecnologías navieras, de la densidad del tráfico. Es decir, que en el libro se define un período también a partir de la propia observación. No es una definición a priori y el período está fijado entre 1800 y 1914, pero también se extiende, y se extiende a partir de la necesidad de la propia investigación.
Estos marcos, espaciales y temporales, son más bien un punto de llegada que un punto de partida. Y encuadran una historia en movimiento. Los dos capítulos centrales giran en torno a lo que son sus actores principales, loberos y balleneros, por un lado, guaneros por el otro. Y aquí es donde está el corazón del libro, donde se despliega una trama compleja, enredada, de actores y factores, que permiten ver, literalmente, cómo se gestó, organizó y transformó el paisaje del Atlántico Sur.
Aquí se cruzan las demandas internacionales por los recursos naturales provistos por esa región, por la fauna de esa región, con los intereses mercantiles de comerciantes y algunos estados, las posibilidades técnicas disponibles en cada momento, la dinámica de los navíos, y, por supuesto, las características propias de los recursos que se busca extraer, o sea, de lo que se trata: qué son las ballenas, qué son los lobos, cuál es el guano, cómo son los pingüinos. En este juego, se coloca acertadamente en el centro a los seres humanos. Esto es, a los hombres, casi todos son hombres, que trabajan, profitan, sobreviven o mueren en el intento, en ese mundo. Son los capitanes de barco, los trabajadores del mar, los que matan y procesan lobos y ballenas, o recogen el guano y apalean pingüinos, los que exploran las costas y se asientan o no, en tierra firme o en las islas. Y también son los funcionarios de las compañías explotadoras y de los estados nacionales, que buscan algún control o rédito de las tierras y los recursos. Los aventureros, uno diría, de toda laya. Todos estos personajes están en el libro, por eso es tan dinámico y colorido.
En este punto, se nos ofrece en el libro una pintura atrapante de la dureza de sus vidas, de las dificultades e incertidumbres, de los conflictos, pero también de los intercambios, en un ambiente muy cosmopolita, de mezcla, diría. Fuera de las dinámicas más habituales de la vida social en las sociedades nacionales, tanto urbanas como rurales.
Esta visión permite ponderar el lugar de los estados nacionales, en un territorio que escapaba al control directo de cualquier estado. Mientras la corona española fue muy ineficiente en sus intentos de ejercer algún poder sobre ese espacio que reclamaba como propio, y sobre las actividades que se realizaban allí, tanto a fines del 18 como durante el siglo XIX, ya después de la independencia del Río de la Plata, las autoridades de Buenos Aires primero y más tarde de la Confederación y de la República Argentina, no fueron mucho más eficaces en ese sentido. Por su parte, los gobiernos de Estados Unidos y del Reino Unido no vacilaron en proteger, hasta por la fuerza, a los navíos de su bandera y a sus connacionales, que según su criterio operaban en un territorio libre que debía mantenerse abierto al uso de todo el mundo. Obviamente esa postura favorecía a los norteamericanos y a los ingleses, quienes fueron los principales operadores de la explotación de los recursos naturales y del comercio, seguido por los franceses, los noruegos, etc.
Pero este libro, en este punto, acierta al no dar a los estados nacionales un papel clave en las dinámicas que analiza. No son los estados los protagonistas. Y esto porque, como se explicita en el libro, para quienes se dedicaban a la actividad ballenera y lobera, los gobiernos eran de poca importancia. En ese sentido, dice, el océano en su totalidad podía convertirse en coto de caza, lo que estaba sujeto, más que nada, a la existencia de los animales.
En ese mundo del mar, los barcos, los animales, la caza, el procesamiento de los productos, lo que importaba a sus protagonistas estaba mucho más determinado por la naturaleza, por los problemas, los vaivenes, lo que había, lo que no había, las vicisitudes de la naturaleza, que por ningún mandato o acción administrativa o política de los gobiernos que podían o no estar interesados en estas cuestiones. Mismo cuando Inglaterra decidió ocupar las Malvinas, su rédito estuvo mucho más vinculado al aprovechamiento de las redes marítimas y comerciales que encontraban abrigo en sus puertos, que a plantar bandera de soberanía.
Para terminar, quiero dedicarle unas palabras a cómo se hizo esta investigación. Cómo hizo la autora para reconstruir todo este mundo heterogéneo fascinante, tan alejado de los temas habituales de nuestra historiografía y para la cual hay poca bibliografía. Ha hecho una maravillosa exploración de documentación, de búsqueda, de fuentes, de documentos, que son la materia prima del conocimiento para nosotros los historiadores. Sin eso, uno parte de las preguntas, parte de las preocupaciones, pero a partir de ahí hay que detectar, orientar la búsqueda, explotar, interpretar, y todo esto la llevó a repositorios, a archivos de distintos lugares del mundo, en un trabajo extraordinario que me parece que ha sido fundamental para, precisamente, dar la originalidad, la especificidad de este texto.
Por todo esto recomiendo Balleneros, Loberos y Guaneros, porque es una lectura fascinante y para todo público y no sólo para especialistas.
CARLOS REBORATTI
La lectura de este libro ha sido una experiencia muy interesante y sobre todo porque es un libro fácil de leer. Es un libro sin ninguna pedantería. Un libro donde uno, acostumbrado a tanta cosa pesada en las ciencias sociales, en la historia, en la geografía, lo lee, aprende y entiende muy rápidamente.
Y creo que no es un libro de historia, es un libro de historia ambiental, que es otra cosa diferente. Los historiadores se han apropiado de la historia ambiental llamándole historia, pero creo que están cincuenta por ciento equivocados. En el libro se hace hace historia ambiental, que es una cosa nueva que viene de conjunción de disciplinas diferentes. Una es la historia por su mirada temporal, otra es la geografía por su mirada espacial, otra es la ecología y los temas ambientales y a esto se le agrega, con muy buen criterio, la sociedad, porque muchas veces, y debo decirlo, la historia ambiental se olvida de la sociedad. O sea, para la historia ambiental, la sociedad es importante como elemento porque la sociedad hace mover a la historia ambiental, la transforma en una cosa dinámica.
También la historia ambiental exige un cambio de escala. La escala es mirar en focos diferentes. Y con mucha habilidad, la investigación volcada en el libro, se acerca y se aleja. Porque la escala no es una cosa estática. La escala exige que nos vayamos y cambiemos de escala para ver cosas diferentes. Cuando en el libro se hace una descripción, que es una especie de comedia, en Puerto Deseado, donde españoles, norteamericanos e ingleses se andan peleando, la escala es Puerto Deseado. Pero cuando se lo ve desde la escala del comercio ballenero, es Nantucket en el hemisferio norte, es Inglaterra, es Japón. O sea que está mirando otras cosas. Y esas cosas tienen que ver con lo que, con mucha audacia diría yo, se busca mirar en el libro: una región.
Los geógrafos estamos acostumbrados a llamar región a una cosa donde uno pone los pies. Y en esta región, que describe el libro, uno no puede poner los pies porque se ahoga. Es una región en un mar. Cuando nosotros hablamos de región costera, pensamos que llega hasta la costa y conocemos todo lo que hay en el interior. La región marítima es exactamente al revés. La costa es el límite a partir de lo cual no se sabe nada. Y el ejemplo de la costa patagónica es fantástico. Los loberos, los guaneros, todos quienes trabajaban en la zona, no tenían idea de lo que había detrás de esa costa. Lo único que sabían que a veces venían unos aborigenes, donde a veces los mataban y a veces no, o traficaban con ellos, pero no sabían nada, ni querían saber, porque lo que les interesaba a ellos, de esa región, era lo acuático. Esa visión del libro es fantástica. Porque mira la región de espaldas a la región terrestre y mirando una región marina.
Ese escenario, entonces, es un escenario bastante particular. Es un escenario que se mueve todo el tiempo. El mar, en el siglo XIX, sobre todo en la primera mitad, era lo que en inglés se define como The Commons, o sea, lo común, el recurso común, el recurso libre. Nadie era dueño de ese commons, de esa región. Por lo tanto, lo que es de nadie es de todos, y todos se apropiaban de ella. Y lo curioso es, que era un lugar tan lejano y tan apartado del mundo que por mucho tiempo nadie se ocupó demasiado de controlar qué pasaba ahí. Nosotros, como tenemos una visión geonacionalista sobre el tema, siempre estamos obsesionados sobre las Malvinas. Las Malvinas son una parte muy chiquita de toda esta historia.
Se trataba de un mundo capitalista creciente, en un momento de crecimiento industrial, un momento de cambio y de globalización, la primera globalización, donde la pertenencia a un estado o a una nación no tenía ninguna importancia, lo que importaba era el negocio. Y todos los que estaban ahí, loberos, guaneros y foqueros, estaban por el negocio. ¿Y de quién era ese recurso? De los que se lo apropiaban. Fíjense que mucho tiempo después, recién en la segunda mitad del siglo XX, hubo un intento internacional de controlar a la caza de ballenas. Hasta la segunda mitad del siglo XX, las ballenas se cazaban con absoluta libertad. Este commons del Atlántico Sur, era un commons que se extendió durante mucho tiempo.
¿Cuándo empezó a reducirse ese commons y pasó a ser de alguien? Cuando aparece, por ejemplo, la Argentina, extendiéndose sobre la Patagonia y poniendo un cierto límite. Y mucho tiempo después, cuando pone 200 millas, y en esas 200 millas controla de alguna manera lo que está pasando. Si no, nadie controlaba nada.
Un caso interesante es que una de las primeras cosas que hicieron los ingleses al respecto, no fue controlar a los loberos, sino poner una oficina de correo. O sea, Inglaterra estaba mucho más interesado en que las Malvinas fueran una parte de su gran esquema de distribución de conocimiento, como era el correo, que otra cosa.
Esto era lo que hoy llamaríamos extractivismo. Ahí había extractivismo, cada cual extraía lo que podía. Pero cómo lo hacían y qué resultados se generaban es sobre lo que da cuenta parte del libro. Y cabe la pregunta: ¿Cómo es posible que, por ejemplo, especies como el lobo marino, que tiene una muy lenta tasa de reproducción, y que fuera eliminada de forma tan feroz como describe el libro, hayan subsistido? Porque todo ese mundo, narrado en el libro, era un mundo que estaba generado por una compleja trama. Entre otras cosas, por el valor de los recursos, las costumbres. Porque con la piel del lobo de dos pelos se hacían, fundamentalmente, los sombreros de los caballeros de Europa. Cuando se dejaron de usar los sombreros de caballeros, o el lobo de dos pelos casi se extinguió y era muy caro, se cambió. O porque el aceite de ballena, que se utilizaba para las lámparas de todo el mundo, que era caro porque se tenía que traer del Atlántico Sur, se reemplazó por el kerosene, dejó de ser importante.
Entonces, no es que los balleneros o los pingüineros se transformaron en gente amable y conservacionista, sino simplemente que ya no era un negocio. También dentro de esta trama está la evolución de los buques a vela a los buques a vapor, que hizo que pasar por el Cabo de Hornos no sea una empresa absolutamente imposible. Cuando se inventó la máquina de vapor, hasta había compañías que hacían viajes regulares a Valparaíso. Al mismo tiempo, en 1914 se abre el canal de Panamá y nadie más se iba a animar a cruzar el estrecho de Le Maire.
Por todo esto, lo interesante de “Balleneros, loberos y guaneros en Patagonia y Malvinas”, es que no le tiene miedo a la complejidad. Porque la única forma que tiene de explicar lo que pasaba en esa región marítima tan particular es a través de tratar de desentrañar la complejidad.
FEDERICO LORENZ
En primer lugar quiero proponer cómo pensar el libro, porque es verdad que el título alude a la región austral y que la traducción automática que la gran mayoría seguramente habrá hecho del título es: “Ah, otro libro sobre Malvinas”. Y, lo primero que queda claro, es que no es otro libro sobre Malvinas. Sino que es el tipo de libro que para pensar la cuestión Malvinas y nuestra relación con el Atlántico Sur se debe producir desde una investigación de calidad. Me parece que esa es una diferencia fundamental.
Quiero destacar también algo que ya fue dicho, y es que está muy bien escrito. Es un libro que se lee de una manera muy amable, muy amena, aunque cargadísimo de datos no es para nada aburrido leerlo porque está dentro de una historia más grande que también es tan fascinante como la región y la vida en la región que describe. Porque esa región es Patagonia también. Y es importante entender que cuando nosotros interrogamos los documentos, hacemos preguntas y sostenemos un argumento, eso no implica que tengamos que desangrar lo que estamos narrando, sino precisamente lo que lo vuelve interesante es toda esa sangre, toda esa capilaridad de historias, atrapadas por una serie de preguntas y una cantidad de documentos que hicimos discutir. Me parece que ese es un valor importante
Este es un libro que habilitaría a pensar una cantidad de cuestiones vinculadas a Malvinas y a cómo entendemos la relación argentina con el mar, de otra forma. Si uno lo piensa en relación con la producción histórica sobre el Atlántico sur y sobre Malvinas, claramente es una novedad. Porque si relevamos la producción de los historiadores sobre Malvinas hasta 1982, el año de la guerra, el principal interés había sido demostrar los títulos argentinos sobre las Islas. No había mucha más preocupación que esa en relación con Malvinas. Uno podría decir, había toda otra rama que se preocupaba por mostrar los derechos argentinos sobre la Patagonia continental, pero eso era otra cuestión. Eso no es relevante para el análisis que el libro propone, pero sí es importante tener en cuenta que es un sentido común profundamente arraigado en cómo nosotros nos relacionamos con la historia de la región.
La cuestión estatal nacional no es relevante para el tipo de historia que en el libro se está haciendo. Y esto no es solamente una enunciación, sino que es puesto en acto por la investigación que allí se plasma. Esto va completamente a contracorriente de la producción hasta el 82, me atrevería a decir. Porque después del 82, Malvinas en términos de producciones historiográficas prácticamente fue sinónimo de la guerra y la posguerra, para quienes tomaron el tema, y tampoco es que haya una abundancia de producción al respecto.
Por eso un libro que se preocupa de la historia socioambiental o de la presencia humana en la región, es una posibilidad de trascender esos marcos conceptuales en los que estamos atrapados: la necesidad de demostrar que las Islas Malvinas son argentinas, y en el marco conceptual también muy condicionado por la experiencia, de que vivimos una guerra, una guerra que se perdió, en un contexto complejo como fue el de la Dictadura Militar y la salida de esa dictadura. El libro se ocupa de un espacio que es caro para los sentimientos argentinos, pero que debe ser pensado de otra manera. Y propone una forma de pensarlo, una propuesta muy inteligente de cómo hacerlo, que trasciende la región. El hecho de no ponerse de espaldas al mar, el hecho de mirar el continente desde las Islas y entender que Malvinas es un punto en un espacio mucho más amplio, es proponernos hacer exactamente lo opuesto a lo que venimos haciendo conceptualmente desde hace mucho tiempo.
Entonces, claro que es un libro muy audaz, que se sostiene en argumentos y que lo que propone es poner el foco en otras cuestiones. Lo más novedoso que tiene el libro es que propone pensar los puntos en común que hay en esta historia. Estamos también muy acostumbrados a pensar el Atlántico sur y las Malvinas en relación de lo que nos falta, lo que nos separa, lo que nos quitaron, eso ya lo sabemos, deberíamos ser capaces de ponerlo en suspenso y aceptar la invitación a ver de qué modos podemos pensar los puntos en común que hay en esta historia. Sin duda uno de los ejes es la ocupación humana del espacio, la explotación del espacio. Son cosas que están en la historia, en el sentido de que son documentos que podemos interrogar, son lugares que podemos visitar, pero claro, tenemos que tener la voluntad y la capacidad de hacer una pregunta de investigación que se sostenga y que puede ser perturbadora.
Porque cuando uno interroga el pasado y a una región de otra manera, los marcos conceptuales en los que estaba más cómodo, comienzan por lo menos a tener que ser matizados. Cuando hablamos de historia en común, o de elementos en común en el pasado, automáticamente nos decimos que tenemos que pensar en la gente que vive en las Islas. Historiográficamente es fácil, conceptualmente tal vez también, ficcionalmente también, uno va a las Islas y sabe que ahí vive gente, ahí están. Pero claro, después estamos atrapados dentro de los sentidos comunes. Por eso “Balleneros, loberos y guaneros” es un buen libro de historia, porque es un libro que nos obliga a poner en duda nuestro sentido común sobre algunas cosas que tomamos como muy ciertas, eso no siempre es cómodo, pero cuando está acompañado de una argumentación sólida de fuentes, que no se suelen usar, es algo que uno, si tiene una cierta honestidad intelectual, sirve.
Entonces yo creo que libros como este, o como me atrevo a decir algún otro libro que acompaña esta forma de entender el tema, quizá no necesariamente igual como el de Joaquín Bascopé por ejemplo, nos obligan a pensar no sólo la región de otra manera sino de alguna manera pensar el país de otra manera. Porque no nos pensamos muchas veces como país marítimo. Bueno resulta que esta es una historia del mar entonces ahí hay un enorme aporte. Es una gran dificultad salir de nuestra zona de confort, pero el libro propone esa posibilidad.
Lo mejor que uno podría decir sobre este libro es que ojalá sea el primero de muchos para la autora, pero que sea también el primero de muchos que nos inviten a salir de trampas conceptuales que claramente nos hacen es ser circulares. Un gran amigo que es navegante y en su momento fue piloto de algo que no existe más que era la empresa marítima del Estado, ELMA; él decía “por el mar se llega a todas partes”. A mí siempre me resonó muy fuertemente esa frase.
Me parece que, para pensar soluciones a conflictos o relaciones con los espacios, el camino que propone el libro, en este caso para una región particular, para un periodo en particular, es algo para agradecer, para disfrutar, y como decía Hilda, para leer. El libro claramente tiene que ser leído porque es una gran investigación, pero sobre todo porque nos obliga a revisar una cantidad de presupuestos. Y eso es lo mejor que uno puede decir de un libro de historia desde cualquier aproximación crítica al pasado.
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